La salud oral es parte integral de la salud general, es por ello que adquirir buenos hábitos bucales desde las primeras etapas de la vida garantizará con seguridad una vida sana. Para prevenir los malos hábitos bucales se hace necesario conocerlos y destacar sus principales efectos. La boca como puerta de entrada al cuerpo responde al mundo exterior pero además refleja lo que ocurre en el universo interior.
El psicólogo norteamericano Abraham Maslow especifica que los hábitos son “una reacción formada que se resiste al cambio”: Dorland en su enciclopedia médica lo define “como una práctica constante y fija establecida por la repetición frecuente”.
Cuando los hábitos bucales no son correctos se altera el normal desarrollo facial, se producen deformaciones óseas y musculares y cuando se repiten desde edades tempranas provocan un crecimiento deficiente. Es por ello que se requiere de una adecuada atención para evitar en la adolescencia y adultez problemas orgánicos y de repercusión psicológica que tienen su origen en las primeras etapas de la vida.
El cantautor Joan Manuel Serrat, describió a los más pequeños de la casa, a “esos locos bajitos” así:
“A menudo los hijos se nos parecen, así nos dan la primera satisfacción; ésos que se menean con nuestros gestos, echando mano a cuanto hay a su alrededor. Esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par, sin respeto al horario ni a las costumbres y a los que, por su bien, hay que domesticar”.
Y es cierto. Para contraer buenos hábitos bucales desde el umbral de la vida, los niños requieren de la asesoría de padres y familia. Conocer las ventajas de establecer hábitos correctos es el primer paso para evitarlos.
En el momento del nacimiento los bebés no tienen dientes, luego aparece su dentadura transitoria, es decir los llamados “dientes de leche” y posteriormente aflora la dentadura permanente.
La higiene en general y la bucal en particular es lo primero que se debe enseñar al niño. Ello se traduce no solo en el adecuado y sistemático cepillado de los dientes, sino en mantener hábitos dietéticos saludables.
Sin embargo, existen otras costumbres que inciden de forma negativa o pueden provocan efectos negativos para la salud del infante.
¿Cuáles son esos hábitos deformantes?
•Succión digital
El hábito de succión en los niños pequeños se debe a un reflejo natural que ya estaba presente en el bebé cuando se encontraba en el útero materno. Se trata de algo completamente normal, e incluso sano. Está relacionado con la capacidad de supervivencia, pues le permite alimentarse y crecer, pero además le ofrece seguridad, placer y sensación reconfortante. También tiene la función de que el niño entre en contacto con su nuevo entorno y aprenda del mundo que le rodea.
Es fisiológico que tanto los niños recién nacidos como los de meses se chupen el dedo, incluso existen casos de niños en edad escolar que hacen uso de este mal hábito, aunque se considera normal hasta los dos años y medio de edad e incluso puede admitirse hasta los 4. Existen dos tipos diferentes de succionadores de dedo, el “pasivo” que tiende a llevar el dedo a la boca y solo tenerlo allí y el “activo” que ejerce una presión vigorosa contra los dientes. Estos últimos pueden sufrir más alteraciones dentales y de la mandíbula.
Eliminar la succión digital en las primeras etapas evita deformaciones en la mordida (abierta o cruzada) y faciales. Después de los 4 años de edad puede generar cambios en la tonicidad muscular de los labios, retardar su maduración, dificultar la deglución normal e incluso la respiración.
Otros problemas asociados son la formación de callos en el pulgar, eccema irritativo, uñeros y deformación del dedo, además de trastornos en el lenguaje y en el desarrollo físico y emocional del niño, con deterioro de su autoestima.
Si el hábito de succión del pulgar se extiende hasta los 6 años deberá consultarse con el especialista para su adecuada intervención.
La psicología considera que la persistencia del hábito de succión digital puede deberse a una respuesta para afrontar el estrés, aunque especialistas consideran que solo es una respuesta de adaptación y no un desequilibrio psicológico.
En muchos casos este mal hábito tiene su origen en problemas afectivos en el entorno familiar o inmadurez del niño, cambios abruptos en la familia sin una correcta preparación como la llegada de un hermanito, ingreso del niño a la escuela, entre otros. Es por ello que el primer paso para separar al infante de ese mal hábito es la consulta especializada para dar solución al posible conflicto y buscar la mejor vía de eliminación.
•Respiración bucal
La respiración vía nasal es una función vital que permite que el aire entre caliente al organismo, se mantenga humedecida la mucosa y se retengan las impurezas, lo que impide o dificulta el riesgo de infecciones.
Como bien lo dice su nombre, la respiración bucal, es la que el individuo realiza a través de la boca, en lugar de hacerlo por las fosas nasales.
Las causas que pueden originarla pueden dividirse en obstructivas o funcionales. La hipertrofia de adenoides, las rinitis alérgicas, las desviaciones del tabique nasal, la hipertrofia de los cornetes, los pólipos e incluso los procesos tumorales pueden ser ejemplos de las obstructivas. Las funcionales se producen por la persistencia de la respiración bucal y aunque sea corregida la causa se continúa con el mal hábito.
La respiración bucal puede producir alteraciones de la mordida (abierta, profunda y cruzada), paladar profundo y estrecho y gingivitis crónica. Otras alteraciones que pueden provocar son trastornos en la audición, pues al mantener la boca abierta, la onda sonora se hace débil; también anorexia falsa, pues se come sin apetito por la dificultad de coordinar la respiración con la masticación al momento de tragar, y además, trastornos del sueño caracterizados por mal dormir, agitación y ronquido.
La respiración bucal puede producir afectaciones en el timbre de la voz, en la memoria, en la capacidad de fijar atención y producir cansancio crónico.
Los estudios relacionados con la respiración bucal describen que aproximadamente 25 % de la población infantil presenta respiración bucal, y más del 50 % de ellos se deben a malos hábitos. Dentro de las causas, la rinitis alérgica (inflamación de la mucosa nasal) es una de las más frecuentes.
Un elemento importante para la prevención de la respiración bucal es vigilar cualquier proceso alérgico en el niño o alteración de sus mucosas. Además, la limpieza de la nariz debe ser sistemática para mantener su limpieza.
El conocimiento de los efectos perjudiciales de este tipo de respiración y la observación por los padres de cualquier tipo de señal que pueda indicar el establecimiento de patrones de respiración bucal en el niño es una de las vías para prevenir este mal hábito y sus consecuencias.
•Deglución infantil
La deglución es la acción automática que permite el tránsito del bolo alimenticio o la saliva desde la cavidad bucal al estómago. Se trata de una secuencia de contracciones musculares que se apoyan en el patrón primario de succión.
Se divide en dos etapas, la fase oral, en la que se detiene la respiración, se cierran los labios, se relaja la musculatura y se ponen en contacto los dientes superiores e inferiores hasta que la lengua impulsa el bolo hacia la faringe. La segunda fase impulsa el bolo hacia el esófago. Esta es la deglución típica del adulto. La infantil es la que existe en el nacimiento y se logra con la separación de los maxilares y con el intercambio entre la lengua y los labios que es el mecanismo que se utiliza para lograr el tránsito de los alimentos.
La aparición de los dientes, la maduración neuromuscular y la incorporación de alimentos sólidos son los principales elementos que guían el tránsito entre deglución infantil y adulta, la que se produce de forma gradual. Ese período de transición se extiende entre los 8 y 16 meses, momento en que aparece la deglución característica del adulto.
Si persiste después de los 7 años el patrón de deglución de los primeros meses de vida, la lengua se apoyará entre los dientes incisivos, y ello origina una mordida abierta que con la continuación provocará afectaciones en la dentadura y un mal funcionamiento de los músculos relacionados con la deglución del adulto.
Es importante tener en cuenta que la deglución es un mecanismo que se repite entre 800 y 1000 veces por día, razón suficiente para justificar las consecuencias que pueden ocasionar el mantenimiento de este mal hábito.
Una de las vías mejores para evitar la deglución infantil es incorporar los alimentos sólidos según la guía de ablactación recomendada por los especialistas. Ello garantizará la incorporación de alimentos sólidos en el tiempo adecuado y con ello se promueve el tránsito hacia la deglución del adulto.
Hábitos incorrectos como la respiración bucal, el uso del chupete o tete y del biberón retardan el patrón de deglución del adulto.
Otros hábitos no recomendados
•El biberón
La tendencia natural a la succión puede variar según el niño y la edad. En el lactante es perfectamente natural y no debe ser interrumpida. Al iniciarse la erupción dental, lo ideal sería interrumpir este hábito ya que provoca deformaciones en los maxilares, dientes y pulgar.
El biberón y el chupón provocan deformaciones en maxilares y en las arcadas dentarias en dependencia de la frecuencia, duración e intensidad del hábito. El efecto suele ser transitorio si se usan hasta la salida de los incisivos temporales, y en la gran mayoría de los casos si sólo se utiliza hasta los dos años.
Muchos niños pequeños satisfacen el deseo de succión con un biberón, e incluso se establece la costumbre de dormirse succionando. Esta constituye una de las causas más comunes de caries dentales más agresivas, conocidas como “caries del biberón”, si con ellas además se incorporan bebidas azucaradas. Cuando el contacto prolongado con bebidas ricas en carbohidratos es al dormir, el riesgo es mayor pues la salivación disminuye y por eso la bebida dulce queda más tiempo en la boca sin deglutir.
Las caries del biberón pueden ser extensivas en la dentición temporal, pero es importante recordar que muchos de estos dientes permanecen durante al menos 7 años y durante mucho tiempo coincidirán dientes de leche y definitivos en la boca del niño. En ello radica la importancia de evitar el uso de biberón por tiempos prolongados. Las caries del biberón pueden causar además problemas de alineación y otros efectos en la dentición definitiva.
•Morder uñas y otros objetos
La onicofagia o comerse las uñas, así como la mordedura de lápices u otros objetos son hábitos que provocan también alteraciones dentarias. Su efecto se produce por desgaste o abrasión irregular y astillamiento prematuro de los dientes. Además provocan heridas en las mucosas orales que favorecen lesiones como las aftas, infecciones con herpes, entre otras alteraciones de la mucosa oral.
El camino de la prevención de los malos hábitos bucales
Los malos hábitos bucales no solo pueden eliminarse sino prevenirse.
La alimentación del bebé con leche materna al menos durante 6 meses es una práctica que además de alejar los efectos negativos de los biberones, obliga al niño a respirar por la nariz y desarrolla una base ósea sólida para el nacimiento de los dientes temporales y permanentes. Es por ello que disminuye la necesidad de tratamiento ortodóncico y el riesgo de caries.
Es importante también evitar el uso de tetes, así como la succión digital, y además mantener una higiene adecuada en sus fosas nasales y posteriormente en la cavidad oral.
En el proceso de ablactación deben prepararse alimentos duros y fibrosos para estimular una masticación vigorosa y favorable para ejercitar músculos masticatorios y hace que la mandíbula se desarrolle de forma adecuada y el primer molar, llamada “llave de la oclusión” por su importancia en el cierre correcto de los dientes, se coloque en la posición adecuada.
Los buenos hábitos alimentarios son importantes para la salud bucal.
En el patrón de alimentación del bebé no deben faltar la leche, el yogur o el queso por constituir fuentes importantes de calcio, fundamental para la formación y estabilidad de los dientes.
Ciertos minerales como el fósforo y el flúor, y vitaminas como la D, C, A y las vitaminas del complejo B, también son esenciales para la formación y conservación de una buena dentición. Es por eso que en la dieta de los niños debe estar presente el pescado, los huevos, las frutas y vegetales.
Las meriendas de los pequeños no deben ser con golosinas, lo más oportuno serían queso o frutas. En caso de consumir confituras o alimentos ricos en azúcares debe orientarse el cepillado posterior de los dientes.
A partir del año es importante acostumbrar al bebé a tomar las bebidas en vaso, en lugar de usar biberones para estimular los movimientos de deglución adulta.
Las consultas de pediatría son otra de las vías para controlar cualquier dificultad del niño, así como tratar todos las enfermedades respiratorias para impedir los procesos inflamatorios crónicos que pueden provocar hipertrofias de adenoides y amígdalas, elementos importantes de las primeras líneas de defensa del organismo.