Los años nos han mostrado que las especies de este planeta pueden evolucionar para mejorar y adaptarse a un tipo de vida y condiciones diferentes. El cuerpo humano también tiene la capacidad de realizar adaptaciones inmediatas y a largo plazo, a esto se le llama evolución. Por ejemplo: cuando viajamos a un lugar alto donde hay poco oxígeno, el cuerpo se adapta creando más glóbulos rojos para transportar este elemento. Cuando nos asoleamos, el cuerpo produce más cantidad de melanina: oscurece el color de la piel para protegernos de los rayos solares.
Los antiguos
Existen fósiles de cráneos humanos en donde la evolución es claramente visible. Si nos referimos a la evolución que ha tenido nuestra dentadura, podemos encontrar que nuestros antepasados solían tener cuartas molares, una muela más que se encontraba después de la muela del juicio; además, tenían los caninos más filosos para desgarrar la comida.
En la actualidad, las cuartas molares ya no aparecen, y si lo hacen les llamamos supernumerarias. Lo que ahora son las muelas del juicio (terceras molares) también están comenzando a desaparecer. Las nuevas generaciones de adolecentes comienzan a tener ausencia de las mismas.
Ya solo tenemos primera y segunda molar, cuando antes teníamos tercera y cuarta molar; lo que hacía parecer el rostro de aquellos humanos al de un primate.
En las películas de ciencia ficción, específicamente de extraterrestres, podemos observar que la dentadura es muy pequeña en comparación con el resto de su cara.
Esto se debe supuestamente a que esa raza de humanos evolucionados no necesita más las molares debido al alimento que se usará en el futuro, alguno seguramente muy blando.
Conforme el alimento se va procesando, vamos eliminando la necesidad de masticar cientos de veces con unas muelas enormes para moler el alimento. La evolución es evidente y seguirá pasando: aunque trate de negarse, no se puede luchar contra sí mismo. El instinto está en ti. Solo el más adaptado sobrevive.