Si quieres lucir una sonrisa Hollywood tienes que ganártelo. El azúcar, el tabaco y el estrés son los principales enemigos de tus dientes y encías.
El proceso de envejecimiento de los dientes -que comienza al nacer y se acelera alrededor de los cuarenta años- también empeora su estado.
Pero tomando una serie de medidas profilácticas (que empiezan reduciendo el consumo de dulces en la niñez) podremos conservar, durante toda la vida, una boca sana. Y con ello, mejorará también el estado general de nuestra salud.
Infancia, caries y azúcar
Las caries son producidas por bacterias que pueden ser transmitidas de la madre al niño a través de un beso o una cuchara y producen fragilización y aceleración del proceso de envejecimiento natural.
El azúcar, en todas sus formas (miel, golosinas, refrescos), es el enemigo número uno de los dientes y una de las causas de caries en la infancia. Es más importante la frecuencia con la que se consume azúcar que la cantidad: es peor tomar cinco bombones a lo largo del día que en una sola vez.
Hay que tratar de evitar las caries en los dientes de leche, ya que pueden dificultar la aparición de los definitivos. Desde que salen, pueden limpiarse uno a uno con una gasa para eliminar los restos alimenticios. A partir de un año pueden comenzar ellos mismos usando un cepillo y un dentífrico infantil.
La administración de flúor es beneficiosa contra las caries, aunque podemos aportarlo a través del agua, los dentífricos y la sal empleada.
Con la adolescencia llega el tabaco
Las medidas de prevención e higiene en la infancia se relajan en la adolescencia. Los jóvenes suelen adoptar una alimentación que propicia las caries y van menos al dentista. Como resultado, el 80% de los adolescentes presenta caries.
Igual que el azúcar en los niños, en la edad adulta el enemigo número uno de los dientes y las encías es el tabaco. Al ser el esmalte poroso, la nicotina se fija en él, los dientes pierden su blancura juvenil y comienzan a amarillear.
Las encías también son agredidas por el calor de los cigarrillos, la nicotina y el alquitrán, lo que las debilita e inflama. Si no llevamos una higiene escrupulosa seremos susceptibles, entre los 30 y los 40 años, de sufrir gingivitis, el primer paso de la pérdida dental.
Stop al estrés
Otro gran responsable del envejecimiento de los dientes es el estrés. Éste incita a apretar y rechinar los dientes, sobre todo por la noche (bruxismo). Al rechinarlos desgastamos el esmalte y ejercemos presión en las mandíbulas, lo que hace que las encías se encojan y las raíces de los dientes se vean más, afeando la sonrisa.
Los medicamentos para el estrés favorecen la reducción de flujo salivar, lo que puede producir caries en las raíces y deteriorar los dientes. ¿Cómo evitarlo si no podemos pasar sin medicamentos? Masticando chicle sin azúcar, lo que multiplica por tres la producción de saliva.
Cuidar las encías
Los dientes no son los únicos elementos de la sonrisa que sufren con el paso del tiempo. Las encías y el tejido que los sostiene también se ven afectados. Una encía roja, inflamada y que sangra fácilmente, requiere la consulta del especialista. Una gingivitis no tratada puede provocar la pérdida del tejido que sostiene los dientes. Este tipo de enfermedades constituyen, en el 75 % de los adultos, la causa de pérdidas dentales.
Tratamientos blanqueadores
Los dentífricos blanqueadores de nueva generación permiten borrar la coloración superficial provocada por el té, el café y el tabaco.
Uno de los tratamientos más eficaces y empleados es el del peróxido de carbamida: el dentista realiza un molde en plástico de la dentadura en el que se echa un gel con esta sustancia y que se coloca por la noche. Los resultados comienzan a verse a los 8 o 15 días. Este tratamiento también puede hacerse en la consulta del dentista en cuatro sesiones.
Si el blanqueamiento no da resultado o si tenemos algún diente roto, gastado o mellado, hay que recurrir a las carillas de porcelana, que se fijan sobre el diente con una cola especial y se comportan como capas superficiales de esmalte