miércoles, 1 de febrero de 2012

Infecciones de los dientes y de las encías




Los dientes y las encías pueden albergar infecciones, que se localizan, según los casos, en la raíz del diente, en la encía o en el hueso que lo sostiene. El origen de la infección es con frecuencia una mala higiene de la boca y de los dientes.

Los dientes pueden ser sede de abscesos, bolsas de pus localizadas en los tejidos que rodean la raíz de una pieza dental infectada. Cuando se infecta la encía (gingivitis), la afección se puede complicar con la afectación de los tejidos que fijan y sostienen el diente en los maxilares (parodontitis) y dar lugar al descalce del diente o a su caída.


Absceso dental
Se debe a una infección no tratada de la pulpa, tejido formado por nervios y vasos sanguíneos que está situado en el interior del diente. Una vez destruida la pulpa, la infección llega al hueso de la mandíbula. Con frecuencia, la infección de la pulpa es consecuencia de una caries; más raramente, de una fractura dental o de una enfermedad de las encías.


Síntomas. Un absceso dental cursa con enrojecimiento y una hinchazón característica de la encía y, en ocasiones, de la mejilla, y con dolor muy agudo que impide masticar con normalidad. Sin tratamiento, el paciente puede sufrir dolor de cabeza, fiebre y fatiga general. Si la pared del absceso se rompe espontáneamente, aparece pus de color verdoso y de olor fétido y, en la mayoría de los casos, el dolor desaparece.


Tratamiento. Consiste en practicar drenaje del pus, si no se ha producido espontáneamente, mediante una simple incisión horizontal con el bisturí y a continuación limpiar los canales que contienen la pulpa infectada. Una vez que se ha solucionado la infección, los canales se obturan con una pasta adecuada y, más tarde, el diente, que se ha vuelto frágil y se puede romper, se recubre con una corona.

Cuando la incisión no es posible (absceso en el que todavía no hay acumulación de pus), se recetan antibióticos. La prevención consiste en acudir con regularidad al dentista, para poder detectar los primeros signos de una infección, la presencia de caries o una lesión de la encía. De este modo, se puede intervenir a tiempo.


Infección de las encías
La infección de las encías, o gingivitis infecciosa, está provocada con frecuencia por un cepillado incorrecto de los dientes, que ocasiona la acumulación de placa y sarro que contiene un gran número de bacterias. Las toxinas producidas por estas bacterias irritan la encía y la infectan.


Síntomas. La gingivitis produce una hinchazón anormal de las encías, que están enrojecidas y muy sensibles; también sangran con facilidad, especialmente durante el cepillado de los dientes.


Complicaciones. Cuando no se trata, la gingivitis puede evolucionar hacia la inflamación de los tejidos de sostén del diente (parodontitis): el hueso donde se inserta el diente se deteriora poco a poco y existe riesgo de descalce de los dientes. Cuando el hueso está completamente destruido, se habla de parodontólisis. Ésta se acompaña de desprendimiento de la encía alrededor del diente. La parodontólisis es la causa esencial de la pérdida de piezas dentales a partir de los 30 años.


Tratamiento. Consiste en practicar una limpieza cuidadosa para eliminar el sarro, eventualmente después de la administración de antibióticos. Cuando existe parodontitis, puede ser necesaria la incisión y la ablación de una parte de la encía que rodea el diente (gingivectomía). En caso de parodontólisis, se puede practicar una intervención que consiste en despegar quirúrgicamente la encía para limpiar y raspar las lesiones (intervención con colgajo). El tratamiento también puede consistir en rellenar las estructuras destruidas con un material apropiado. La prevención de las infecciones de las encías es primordial. Se han de cepillar los dientes con mucha atención, por lo menos dos veces al día, con un cepillo adecuado.


Parodontio
El parodontio es el conjunto de los tejidos que fijan y sostienen los dientes en los maxilares. Se distingue el parodontio profundo (hueso alveolar, ligamento, cemento) y el parodontio superficial (encía). El hueso alveolar constituye la parte superficial de la mandíbula; está surcado por alvéolos donde se insertan las raíces de los dientes. El ligamento es un tejido fibroso y elástico que une el diente al hueso alveolar. El cemento es un tejido mineralizado que recubre la raíz del diente.


Alveolitis dental
Es la infección de uno de los alvéolos, cavidades de la mandíbula donde se encajan los dientes. Se presenta, generalmente, después de la extracción de una pieza dental que con frecuencia ya está infectada. Provoca un dolor lancinante que no cede con la administración de analgésicos (medicamentos contra el dolor). El tratamiento se basa en la aplicación local de un antiinfeccioso y un calmante, en ocasiones, junto con la administración de antibióticos y de antiinflamatorios. En algunos casos, se ha de practicar un raspado del alvéolo donde se inserta el diente o la ablación de un fragmento de hueso necrosado. La infiltración de un anestésico en un punto determinado de la mejilla o en una zona superior adecuada con frecuencia calma el dolor de forma inmediata.


Consolidación de las encías
Cuando el hueso donde se insertan las raíces dentales (hueso alveolar) se destruye, es posible restaurarlo mediante una técnica quirúrgica. Se utiliza un material de relleno en forma de polvo o de gránulos finos; uno de los más utilizados hace uso del coral.
Una vez depositado en la cavidad de la raíz dental (alvéolo), este material se mantiene en su sitio por medio de una sutura de la encía. De este modo, forma una trama sobre la cual el hueso alveolar se podrá regenerar, lo que permitirá que la encía se consolide en unos meses.




Clinica dentisimplant